sábado, 12 de enero de 2008

Comunicación en la pareja

LA COMUNICACIÓN EN PAREJA

Para amarnos debemos conocernos. La única manera en que nutrimos cualquier relación es a través de la comunicación porque es a través de ella como podemos conocernos y comprendernos y, por tanto, amarnos.
La pareja es un proyecto de dos personas que deciden compartir su vida. Para ello, necesitan compartir de forma incondicional todo lo que son y tienen, y eso exige una comunicación fluida entre ambos. Una comunicación para conocer y para que nos conozcan, basada fundamentalmente en el diálogo y necesaria para que la convivencia tenga sentido. Tan importante o más que las palabras son la mirada, los gestos, la sonrisa, la expresión facial..., que forman parte del lenguaje no verbal y que, en la mayoría de las ocasiones, es más expresivo y cercano que las propias palabras. Normalmente, una sonrisa, un silencio oportuno o una caricia suponen una complicidad o acercamiento hacia nuestra pareja, imposible de expresarlo en el lenguaje verbal. Ante una discrepancia en ambos tipos de lenguaje, damos mayor credibilidad al lenguaje no verbal.
La comunicación en la pareja abarca varios aspectos, a través de los cuales podemos lograr ese acercamiento.

HABILIDADES DE COMUNICACIÓN:
Seguir Leyendo...

SABER ESCUCHAR
Dedicamos a la comunicación la mayor parte de nuestras horas de vigilia... pasamos años aprendiendo a leer y a escribir, a aprender a hablar. ¿Y a escuchar? ¿Qué adiestramiento o educación nos permite escuchar de tal modo que comprendamos real y profundamente a otro ser humano?...”.
En el matrimonio, la capacidad para discutir las discrepancias es el principal indicador de una relación fructífera. Saber discutir los problemas requiere saber escuchar. Según estadísticas, el problema número uno que citan las parejas como motivo de divorcio son derivadas de no escucharse adecuadamente.
LUGARES DESDE LOS QUE ESCUCHAMOS
Un comportamiento que dificulta la buena escucha y que señalan algunos especialistas es que “escuchamos desde determinadas posiciones o lugares”. En este enfoque, se han clasificado “los lugares desde los que escuchamos” en tres niveles: Consejeros, Víctimas y Jueces.
Cuando nos situamos como “consejeros”, suponemos que cuando el otro nos habla está esperando que lo asesoremos, aconsejemos o le brindemos algún tipo de ayuda. Entonces, mientras nos va contando su historia, tratamos a toda velocidad de encontrarle una solución a lo que nos plantea, que disparamos apenas termina. Esto, lejos de ayudarlo, lo “desordena”. Le genera un sentimiento de ineficiencia e incompetencia por no haber “sabido” actuar mejor, cuando la solución parecía haber sido tan sencilla.
Desde el momento en que nos creemos con derecho a aconsejar al otro nos ubicamos en una posición de superioridad, colocando al otro en un plano de inferioridad y debilidad, que aumenta su inseguridad y angustia. Por otro lado, la solución que le ofrecemos no le sirve, porque la elaboramos desde “nuestro lugar” y no desde el suyo, desde nuestra particular historia personal y no desde su sentir y desde sus vivencias específicas.

Si nos situamos como “víctimas”, cuando alguien empieza a contarnos algo, comenzamos a procesar en paralelo cómo va a afectarnos eso que nos está diciendo, qué consecuencias va a acarrearnos.
Es el mecanismo que más contamina nuestra escucha, porque nos lleva al territorio de nuestros temores, dudas y angustias. Y estamos tan preocupados por nuestro “problema” que dejamos de escuchar.

Cuando nos situamos como “jueces”, escuchamos al otro desde una postura crítica, para aprobar o desaprobar lo que dice, para juzgar o para emitir una opinión. Mientras el otro habla, vamos repasando toda la información que tenemos almacenada “en nuestros archivos mentales” y vamos chequeando si la contradice o no, si se corresponde o no con nuestras creencias, vamos enjuiciándola a cada minuto.
Con este comportamiento no nos permitimos escuchar alternativas, enfoques y conceptos que pueden llegar a enriquecernos. No dejamos que nadie aporte algo diferente, no le damos entrada real a nada ni a nadie distinto a lo que pensamos. Sólo verificamos si lo que estamos escuchando coincide o no con lo que ya sabemos. Volvemos a colocarnos en un plano de superioridad respecto al otro, lo que interfiere en el proceso de escucha real.
Salidas desde cada lugar de escucha.
Cuando nos situamos como “consejeros”, hay dos actitudes que pueden ayudarnos a salir de la encrucijada.
Una, calmar la ansiedad que nos provoca querer encontrar soluciones a toda costa, por pensar que eso es lo que el otro espera de nosotros cuando nos cuenta algo.
La otra, entender qué significa verdaderamente ayudar al otro. Ayudar al otro implica escucharlo, aceptándolo y respetándolo, escucharlo en ese momento, no para decirle qué debe hacer sino para que pueda sacar sus propias conclusiones, expresándose con libertad. Hablar le permite escucharse, salir del “rumiado interno” del problema, para procesar el tema hasta encontrar una solución. Nosotros lo ayudamos dándole ese tiempo.
Para evitar situarnos en la posición de “víctima”, en la que en realidad no estamos escuchando, por ir tras nuestras propias preocupaciones, debemos comenzar por controlarnos, cada vez que nos estemos apartando del tema. Debemos hacer un esfuerzo por concentrarnos en lo que el otro nos está queriendo transmitir o proponer, intentar escucharlo realmente, poniendo toda nuestra atención en sus palabras.
Pasado el momento en que el otro está hablando, es necesario que analicemos las alarmas que esta conversación nos “disparó”. Tenemos una posibilidad importante de enriquecernos, si analizamos lo que nos pasó por la mente, reflexionando en profundidad, que nos puede aportar, pero ya en el momento oportuno.
Si partimos de la idea de que, en cierta medida, somos superiores al otro, es decir nos situamos como “jueces” no puede darse una escucha verdadera. Solamente adoptando una actitud de auténtica modestia y de igualdad, estaremos en condiciones de escucharlo y enriquecernos con lo que tenga para aportarnos.
Si pudiéramos escuchar desde esta posición, si tomáramos conciencia de que es muchísimo más lo que ignoramos que lo que sabemos, seríamos más modestos al hablar y menos soberbios al escuchar. La gente, cuanto más sabe, más humilde tienden a ser y más preparadas suelen estar para darle entrada a cualquiera que le hable, incluso a aquel que supuestamente está menos preparado que tú.
Podemos aprender a escuchar bien:
- GUARDA SILENCIO. Mientras la otra persona te habla, mantén un silencio respetuoso y atento. Si te es posible, mírale a los ojos, de esta manera sentirá que le atiendes y que te interesas por sus ideas o vivencias. Evita interrumpirlo para opinar o criticarlo con ligereza. Espera hasta que haya finalizado para compartir con el, tus comentarios.
- MUÉSTRATE INTERESADO. Puedes hacer gestos afirmativos mientras te habla para mostrar que estas siguiendo la conversación. También puedes usar frases afirmativas, como: “Entiendo como te sientes”, “Estoy seguro que harás lo mejor”, estas sirven para darle confianza a nuestro interlocutor y al mismo tiempo, muestran nuestro interés en su historia y el deseo sincero de apoyarlos.
- RESUMIR LA CONVERSACIÓN. Asegúrate que la persona terminó de hablar preguntándole: ¿Ya terminaste? ¿Quieres decirme algo más? A ver si te he entendido, lo que me quieres decir es… Y luego hazle un resumen de sus ideas para asegurar la claridad de la comunicación y tu comprensión de su historia. Además, así le haces saber a tu interlocutor, que estas esforzándote por comprenderlo.
- APAGA TU MENTE. Mientras escuchas a la otra persona deja de pensar en que tus ideas, planteamientos o decisiones son mejores. Concéntrate en el deseo de comprender que siente, como piensa, que sabe y que puede aportar a tu vida en este momento. Muéstrate abierto a los puntos de vista de los demás, sin juzgarlos y sin anticiparte a lo que la otra persona va a decir.
Practica escuchar con atención y con amor a tus seres queridos, tal vez descubras que son personas diferentes a las que imaginabas... Darles un espacio respetuoso y seguro donde puedan expresarse, los hará sentir queridos y especiales.

COMO TRANSMITIR
Si importante es saber escuchar, importante ha de ser también la forma que tenemos de manifestar lo que queremos en la forma adecuada.
No esperes que tu pareja adivine lo que piensas, sientes o te sucede, dile lo que esperas o deseas y no le juzgues o critiques si no es capaz de adivinarlo. Piensa que no lo hace adrede, tan sólo que no tiene capacidad de observación o sensibilidad para captar los pequeños detalles que hablan por sí solos. No culpes a tu pareja.
Dedicar el tiempo suficiente y crea un ambiente agradable para conversar, sin distracciones. Debemos buscar el momento oportuno en que el otro esté receptivo. Ambos debemos estar relajados y en calma
El tono debe ser afectuoso y cordial. Si deseamos tratar un tema en especial, debemos decirlo. Es importante darle continuidad a un tema hasta el final, no dejar detalles pendientes y no salirse por la tangente.
Hay que tener autocontrol y no insultarse en ningún momento.
Es preferible usar argumentos en primera persona, expresiones tales como "yo pienso", " a mí me parece", "creo que", "yo siento", "considero".
Ser sinceros, expresar pensamientos y sentimientos sin críticas. Cuando señalamos explícitamente un error o un fallo, la primera reacción de quien recibe la acusación es defenderse y lo más probable es que el problema se agrave.
Preguntas tales como "¿Qué opinas de...?" "¿Qué harías si...?", "¿Qué te parece la...?" "¿Qué te gustaría que...?", son buenas para ser usadas en todo diálogo porque dan importancia a la opinión del otro. Cualquiera se siente afirmado y estimado cuando valoramos y damos lugar a su opinión.
No debemos intentar que nuestro argumento sea el más fuerte. Recuerda de vez en cuando detenerte para darle espacio a la otra persona de expresar sus ideas o hacer sus comentarios.
Hablar siempre en positivo. El esfuerzo es el mismo que hacerlo en negativo, pero las consecuencias son opuestas. Todos hemos sentido en nuestra piel el daño que causa un comentario negativo.
Sugerir, no exigir. Utilizar expresiones como: Me haría mucha ilusión, me gustaría que, sin exigencias pues lo único que conseguiríamos es que nuestro cónyuge se ponga a la defensiva. Ser diplomáticos.
Centrar el mensaje en el presente. Una pareja feliz sólo debe rememorar el pasado para recordar acontecimientos agradables. Cuando tengas que plantear un problema, céntrate en el momento presente, no caer en la tentación de remover viejas heridas ¿Por qué?
Porque no le ayudarán a resolver el problema y conseguirá aumentar el malestar
Ej. Siempre haces lo mismo. Cuando éramos novios si que tenías detalles….
Resalto más esto porque sin darnos cuenta tendemos más a manifestar aquello que nos preocupa que aquello que nos satisface y refuerza como pareja

LUCHAR POR CONSEGUIR RATOS DE INTIMIDAD:
Para que la pareja esté unida debe luchar para mantener verdaderos ratos de intimidad donde fluya la comunicación y donde pueda hablar y estar a solas sin ser interrumpidos por nada ni por nadie.
En los países desarrollados los matrimonios suelen estar poco tiempo juntos por el estilo de vida que impone la sociedad de consumo. El trabajo, la necesidad de dinero, el desarrollo personal... ocupan la mayor parte de la jornada.

Estamos en la época del stress, de las prisas, de trabajar ON LINE, controlados por el móvil. Peleamos por prosperar en el trabajo, unas cañas después del trabajo.
El trabajo a turno, la productividad, el pluriempleo
El cansancio y la falta de tiempo son nuestros enemigos. Por la noche llegamos tan cansados que sólo nos apetece relajarnos, la TV y el Ordenador son las piezas estrella. La TV que es el gran enemigo, de la comunicación, sobre todo a la hora de las comidas.
Os habéis fijado la cantidad de gente, hombres en su mayoría que pueblan los bares a las 9 de la noche. La casa no es una fonda adónde vamos a comer y dormir. Estamos perdiendo un tiempo precioso para estar con nuestra pareja. Aunque estos son casos exagerados, sí sucede muchas veces que estamos todos tan envueltos en el activismo, que descuidamos la conversación tranquila con nuestra pareja, y el amor hay que cuidarlo y los momentos que se comparten en el matrimonio son muy importantes para que el amor crezca.

HERRAMIENTAS
La mejor herramienta de que disponemos los matrimonios para afrontar con serenidad nuestras diferencias y apaciguar las desavenencias es el dialogo. Pero no un dialogo de ideas, ni de opiniones más o menos antagónicas, sino un dialogo donde cada uno cuente sus sentimientos ante esta o aquella situación que proporcionó ese malestar.
Pero llegados a este punto, Dialogo parece algo serio, es una palabra tan usada, tan manida, algo difícil, algo lejano, los políticos hablan mucho de dialogo y mira como andan, cuando negociamos el convenio, cuando hacemos una huelga, dialogamos con la patronal. Pero este Dialogo no nos interesa, parece más bien un mercado, una negociación. Nosotros bajaremos a tierra, a nuestro nivel, a lo cotidiano, vamos a defender aquí la conversación, el arte de conversar. Si, justamente como nos dirigimos el uno al otro cuando somos novios, y todo eso proyectado a lo largo de nuestra vida.

EL ARTE DE CONVERSARUna conversación armoniosa expresa la esencia de la relación. Es una experiencia muy gratificante, cada persona sabe exactamente lo que el otro dice y siente un placer que se acumula en forma paulatina al poder hablar con libertad, ser comprendido por el cónyuge.
Nuestro diálogo se desarrolla en forma llana, con un ritmo o latido característico. Los enamorados desarrollamos la aptitud para conversar en un lenguaje privado, con nuestras referencias, con insinuaciones veladas, miradas de complicidad, gestos, encogimiento de hombros y guiños, y todo un lenguaje corporal que nos es propio.
Las parejas no debemos perder de vista el hecho de que, aparte de la relación sexual, su momento más íntima ocurre cuando están entretenidos en una conversación. Puesto que ellos pasan mucho más tiempo conversando que haciendo el amor, sus conversaciones son decisivas para la supervivencia y el crecimiento de la relación.

TEMAS PARA DIALOGAR

a) Los hijos. Debe ser un tema muy tratado en la pareja, para educar en los mismos criterios y valores y que la educación vaya en una misma línea de actuación.

b) El trabajo de/ hogar. Hasta no hace muchos años, el rol o papel del marido y de la mujer en la vida familiar estaba claro y bien delimitado: la mujer trabajaba en casa, en "sus labores", y el marido fuera. Ahora han cambiado mucho las cosas pues la mujer trabaja en casa y también fuera. Esto quiere decir que los trabajos del hogar deben ser compartidos dentro de lo posible por los dos cónyuges.
El trabajo fuera de casa. Si pasamos ocho horas cinco días a la semana, no podemos mantener a nuestro cónyuge totalmente al margen de nuestra vida profesional, pues dejariamos fuera del campo del dialogo dos mundos muy importantes para cada uno de ellos, pues nuestra vida profesional condiciona en gran parte nuestra vida personal.

c) El dinero. Es mejor hablar del dinero que “luchar por él". El matrimonio debe hablar claramente de cómo lo van a gastar, del gasto semanal de los hijos, de las previsiones para el futuro, de las ayudas a campañas importantes, etc. Es de los dos y ambos deben establecer los criterios de su empleo.

d) La comunicación de sentimientos y vivencias... Compartir los sentimientos es compartir la intimidad más profunda, las sensaciones de agrado o desagrado, de placer o dolor, de bienestar o malestar... En el matrimonio se comparte la alegría, la tristeza, la nostalgia, los deseos.

d) El mundo religioso. La fe da sentido a la vida y es también un buen apoyo para entender y saber encajar los problemas.
La relación personal con Dios es personal e insustituible, pero en un matrimonio que compartimos todo: casa, comida, cama, trabajo, diversión y sus propios cuerpos ¿Por qué no compartir sus relaciones personales con Dios?
Hay que hablar de los valores a los que los dos juntos se adhieren y tratan de vivir juntos. Si no hay comunicación en este campo, ¿como van a transmitir a sus hijos sus creencias con normalidad?

f) Comunicación en lo afectivo y sexual. La pareja tiene que compartir todo en la vida; esto implica una vivencia gratificante de la sexualidad. El matrimonio ofrece a los esposos la posibilidad de compartir y disfrutar la intimidad sexual. Si falta esta gozosa comunicación, la pareja no funciona.

Ahora ya sabemos escuchar, sabemos transmitir, y hasta tenemos tema de conversación, y ¿ya está?
Pues no, porque no siempre estamos bien descansados, bien relajados, bien a gusto, y en perfecto estado de salud, porque el niño no durmió de noche, un exceso de trabajo, avería del coche..., estamos tan cansados que podemos volvernos irritables, sentirnos desbordados y nos disparamos..

Entonces llega la Discusión. Y ya tenemos un problema. La discusión cuando es civilizada, sirve para fortalecer la relación ¿pero es siempre así?
¿Quién gana en una discusión? Yo creo que nadie.
Uno puede quedar por encima:
- porque argumenta mejor o tiene más facilidad de palabra
- porque tiene más carácter
- porque es más cabezota

Pero ¿y el otro? ¿queda convencido? Lo más queda resignado.

Antes de seguir vamos a incluir dos ingredientes más en nuestra comunicación.

- El respeto
- La compasión


El respeto es un componente indispensable en tus relaciones con las personas a las que permites acceder a tu centro sagrado (ese lugar fundamental donde evolucionan y crecen nuestras relaciones a lo largo del tiempo). Cuando abrimos el corazón a alguien y esa persona nos lo abre igualmente, es imposible que nuestra relación prospere y nos aporte felicidad si no existe un profundo sentimiento de respeto mutuo. A la persona que mejor conocemos, también le podemos hacer mucho daño.

Entonces ¿qué es exactamente el respeto? Para una pareja, el respeto dentro de su relación es la capacidad y la voluntad de aceptar y comprenderse mutuamente. Es ser capaces de ver tanto lo bueno como lo malo de cada uno, pero seguir aceptando el resultado. Es ser capaz de comprender las diferencias fundamentales que hay entre ambos; no sólo las diferencias entre hombre y mujeres, sino también las diferencias propias de cada personalidad, y asumir el compromiso de valorarse mutuamente por quienes son, en lugar de forzarse a ser alguien que ninguno es.

La compasión
En el núcleo vital del respeto dentro de una relación de pareja está la compasión. Pero compasión entendida no como lástima, sino buscando en la raíz latina que significa: Sentir con, pues si empezamos a ver con los ojos y sentir con el corazón de la otra persona, quizá descubras las razones de un comportamiento que, de lo contrario puede parecerte extraño, incluso incomprensible. Con un poco de compasión, puedes empezar a entender cuál es la verdadera situación de tu cónyuge. Además, hacerlo suele ser una experiencia emocionante, donde la compasión y el respeto van de la mano.
La lección más importante que hay que aprender sobre el respeto es esta: te vas a casar con alguien que es radicalmente diferente de ti; te vas a entregar a alguien que es un ser independiente con una conciencia independiente. A lo largo de la vida, esa persona sufrirá conflictos, tendrá altibajos emocionales y se enfrentará a desafíos. Tu tarea como compañero, es averiguar y comprender por lo que está pasando tu pareja. Ahí es donde la compasión y el respeto se unen, cuando te esfuerzas por abrirte a las necesidades de la otra persona. Esto es empatía.


LA DISCUSIÓN
Aprende a discutir de forma constructiva

En cualquier matrimonio, incluso feliz, hay discusiones. Precisamente porque una pareja está formada por dos individuos -dos personas con diferentes historias, perspectivas, necesidades y expectativas, opiniones y maneras de enfrentarse al mundo-, los desacuerdos son inevitables. Cuando conozco a esposos que dicen: «Nosotros no discutimos nunca», sé que hay un problema. Tal vez no se están enfrentando a sus problemas, los tapan con un espeso velo, reaccionan ante sus discrepancias con indiferencia, o quizá dejan que su resentimiento se vaya acumulando hasta que la pareja se convierta en un polvorín a punto de estallar.

¿Discusión constructiva o discusión destructiva?

La cuestión no es si discutiréis, sino si lo haréis de forma constructiva o destructiva. Hay maneras de discutir buenas y malas.
Cuando hablo de una discusión constructiva, me refiero a solucionar los problemas juntos, como pareja, sin hacer daño al otro ni a la relación. El proceso puede conllevar unas fuertes discrepancias pero una discusión constructiva significa que, aunque estéis en desacuerdo, seguís respetándoos y manteniendo una decisión firme de buscar un compromiso.

Las discusiones destructivas,Este tipo de discusión también conlleva fuertes discrepancias, pero los esposos no mantienen (quizá no puedan hacerlo) el respeto mutuo y, con frecuencia, dedican más energía al propio enfrentamiento que a buscar un compromiso.
Muchos esposos se concentran en expresar su ira, no en resolver los problemas. Sólo quieren desahogarse, marcar puntos o ganar. Tu objetivo en estas situaciones acaso no sea llegar a un acuerdo, sino, más bien, obligar a la otra parte a reconocer que tú tienes razón, que ella está equivocada y que debe darse por vencida. Este tipo de discusión separa a las parejas en lugar de acercarlas. Con frecuencia, perjudica el proceso de comunicación a largo plazo.
Los esposos se vuelvan sordos a las necesidades del otro, en lugar de afinar su capacidad como oyentes atentos. Es preciso estar abierto al mensaje de tu cónyuge para oírlo, ¿no es cierto? Pero eso no puede suceder si tu principal objetivo es despotricar y desbarrar.
En una discusión destructiva, no se intercambian ideas ni se escucha lo que el otro dice, ni se aportan soluciones. Es un ejercicio centrado en uno mismo, no en el otro
Esfuérzate por tener una actitud abierta, no la lengua afilada; por ser cálido/a, no mordaz.

¿Cómo puedes discutir deforma constructiva?

Para empezar, no faltes al compromiso que has asumido de respetar y honrar a tu cónyuge. No violes el voto que has hecho de valorar y apreciar a tu pareja. Si discutes movido por la ira -si chillas y despotricas-, probablemente perderás la batalla. ¿Por qué? Porque hacerlo significará que no te comunicas de una manera que haga honor a tu respeto y tu cariño. El resultado final no será el que estabas buscando. Bien mirado, el propósito de una discusión constructiva es resolver un conflicto o solucionar un problema. Por lo tanto, si en esa discusión insultas o degradas a la persona que más quieres, has perdido de vista tu principal objetivo.
Veamos algunos medios específicos para lograr que una discusión sea constructiva en lugar de destructiva:

Controlar la ira.
No chifléis ni gritéis ni os insultéis. Levantar la voz no ayudará a que tu cónyuge te oiga mejor. Y lo que es peor, esa actitud dañará el proceso de comunicación, porque tu pareja no tardará en ponerse a gritar más que tú. Y si los dos acabáis vociferando, ninguno oirá lo que dice el otro.

No discutáis delante de los niños (ni de nadie más, si a eso vamos).
Las discusiones y las disputas deben quedar estrictamente restringidas a la pareja. Discutir delante de amigos o familiares hará que ellos se sientan incómodos, y los niños se asustan cuando sus padres discuten.

Evita las generalizaciones y las acusaciones indiscriminadas.
Entre las frases conflictivas están: «Tú siempre ... », «Tú nunca ... », «Cada vez que tú ... », y construcciones similares. Expresa lo que te preocupa sin atacar el carácter de la otra persona. Céntrate en cuestiones específicas

No intentar resolver una discusión en caliente.
Posponla para más adelante. Si no puedes dominar tus emociones, quizá digas cosas que más tarde lamentarás

La importancia del momento adecuado y del «tiempo muerto».
Te recomiendo que, si tenéis una disputa u otro enfrentamiento que está creando un alto nivel de hostilidad, interrumpas la discusión y te plantees abandonar ese ambiente tan tenso. Piensa en la posibilidad de seguir discutiendo en otro sitio. Da una vuelta por el parque. Dirígete a otra habitación. Desconecta del entorno donde te sientes incómodo. Aborda la cuestión de una manera diferente y habla de ella en otro lugar.

Influencias externas.
Muchas parejas discuten cuando están cansadas, tienen hambre, están en tensión o sufren presiones en el trabajo o en las tareas relacionadas con los hijos. A veces, estas influencias externas son inevitables. Si tu hijo está enfermo, estás en pie a las tres de la madrugada y tienes que decidir si darle o no un medicamento, no es posible ignorar la situación. Pero, a veces, las parejas discuten en parte -o del todo- porque hay influencias externas que las ofuscan o las ponen irritables. En esos casos, es mejor posponer la discusión hasta haber descansado o estar sometido a menos estrés.
Os recomiendo que pospongáis vuestras discusiones hasta que estéis más descansados y que volváis al problema más tarde. Lo mismo puede decirse para cuando estéis agotados debido a que tenéis hambre, os encontréis mal (por un resfriado, la gripe, lo que sea) o bajo presión por cualesquiera otras razones, por ejemplo, el plazo de entrega de un trabajo.

Escuchar, siempre escuchar. Es importante expresar lo que te preocupa sin correr el riesgo de verte interrumpido por tu cónyuge.

Saber elegir cuándo presentar batalla.
Finalmente, cuando vayas a empezar una discusión, pregúntate si, de verdad, vale la pena pelear por ese asunto. Puedes gastar muchas energías discutiendo acerca de cosas que, en realidad, no es posible cambiar o que no merecen la pena. Si se trata de un asunto trivial, ¿para qué perder tiempo y energía dándole vueltas? Si sabes que la discusión no va a cambiar nada, ¿por qué pelearse por ello? ¿Hay demasiadas emociones negativas ligadas a la cuestión? Si la forma de comunicación es sobre todo negativa, de ningún modo vas a conseguir buenos resultados.

Así que tienes que tomar una decisión. ¿Vale la pena discutir por esto? ¿Qué resultados has conseguido en el pasado? ¿Discutirlo de nuevo servirá de alguna ayuda, o sólo empeorará la situación? Te aconsejo que adoptes una visión amplia, a largo plazo, y te centres sólo en los temas que merezcan tu tiempo y atención.
Escribir lo que te molesta.
A veces al describir el motivo de la disputa, tus puntos de vista, pues ya no te parecen tan importantes, y posiblemente te den otra visión de la jugada.

EJERCICIOS PRÁCTICOS

“Pillar a la pareja haciendo algo agradable

Es un ejercicio muy divertido y eficaz.
El objetivo de “pillar a su pareja haciendo algo agradable” es aumentar las conductas positivas de la pareja, aquellas que más te gustan de ella y que disfrutas cuando suceden.
Cuesta dar el calificativo de agradable a conductas o actuaciones del otro si las consideramos obligatorias, porque no hablo de cosas complicadas, sino del día a día: planchar, hacer la comida...
El ejercicio consiste en hacerle ver al otro que eso que acaba de hacer nos ha gustado.
¿Porque?
Porque cuando una conducta es valorada tiende a repetirse.
Lo podemos ver por nosotros mismos. Si estamos trabajando, intentamos hacerlo bien porque para eso nos pagan, pero si nos estimulan, nos lo reconocen, si vemos que sirve para algo, entonces lo hacemos de mejor gana.
Porque a todos nos gusta sentirnos valorados.
El hecho de que el otro note que su conducta es tenida en cuenta, produce un efecto inmediato, la persona tiende a incrementar esa conducta, porque ahora encuentra una satisfacción
¿Cómo se lo decimos?
Cada uno lo hace como mejor estime, pero siempre tiene que ser un refuerzo positivo. Por ejemplo, con un beso, una sonrisa, un abrazo, una caricia, diciéndole al otro lo bien que se sentía, dándole las gracias de forma expresiva…

Estos refuerzos, tan fáciles de dar cuando te acostumbras, consiguen auténticos milagros en la relación de pareja:

- Se aprende a vencer la rutina.
- A tener una disposición positiva y cercana de forma permanente,
- A buscar motivos para reír juntos y encontrar solución a los problemas, y,
- A recuperar la creatividad en las relaciones sexuales.

Día del Amor

Si Pillar a la pareja consistía en valorar su conducta, aquí somos nosotros los que tenemos que hacer algo que le agrade para que ella se encuentre bien.
Día del amor: reservar unos minutos al día para dedicar a nuestra pareja, asegurarnos de que, al menos una vez al día, tendremos una demostración de afecto (mediante el lenguaje verbal y no verbal) hacia nuestro cónyuge, encontrar un espacio para las caricias, proteger la intimidad, experimentar sensaciones nuevas, sorprenderle con alguna propuesta que le haga ilusión, llamarle al trabajo para preguntarle como está, presentarse en casa con algo comprado para cenar, alabarle su físico, darle un masaje, preguntarle por su problemas con sus compañeros…etc., son conductas que no olvidan llevar a cabo las parejas dichosas.
Pensemos que todas las conductas mencionadas son una constante durante el noviazgo, pero que, poco a poco vamos abandonándolas para ceder al peso de las responsabilidades, con un peligro evidente: cuanto menos tiempo dediquemos a las expresiones amorosas o románticas, más nos costará iniciarlas.
No deja de ser curioso que siendo el amor romántico la razón para unirnos en matrimonio, sea su demostración lo primero que abandonamos cuando estabilizamos la relación de pareja. Quizá lo hacemos porque pensamos erróneamente que no hace falta.


Intensificar muestras de cariño y afectoTodos necesitan sentirse valorados y queridos, y es en el matrimonio donde debemos dar y recibir esto. Un esposo sabio desarrolla tres excelentes hábitos para hacer cada día: decirle a su esposa que la quiere, mostrárselo con un hecho y encontrar algo que la esposa es o ha hecho para agradecérselo.

SAQUEMOS LO MEJOR DE NOSOTROS
Con frecuencia responsabilizamos de nuestros malos humores a las circunstancias de nuestra vida. Casi sin darnos cuenta, adoptamos el papel de victimas, y nos preparamos para defendernos de los ataques que nos depara el destino.
No hemos aprendido que, en gran medida, que estemos bien o mal depende de nosotros.
Imaginemos de nuevo un sencillo ejercicio. Pensemos que nos han grabado todos nuestros pasos durante la última semana y que nos disponemos a ver esas grabaciones. ¿Qué imagen ofrecerán las cámaras? ¿veremos una persona amable, sonriente, que genera y favorece un buen clima, que ayuda a los que están a su lado, que se sobrepone ante las dificultades, que se muestra cercana y comprensiva, que comparte sus sentimientos y muestra su afecto…? ¿O veremos a una persona agobiada, cansada, apática, con cara de pocos amigos, que se estresa con facilidad y se muestra huraña y distante?
No estoy pidiendo que vivamos en una nube, sino que vivamos con lo mejor de nosotros, que nos regalemos nuestra mejor compañía, que disfrutemos no sólo de nuestras alegrías, también de nuestros esfuerzos, de nuestro trabajo diario, de cada responsabilidad que asumimos y cada tarea que afrontamos. Que hagamos la vida más fácil a los demás, y que la conveniencia con nosotros sea agradable. Eso también es comunicación.

Propongo un ejercicio final: hagamos una lista con todas las cosas positivas que nos sucedan mañana, desde que nos levantamos. Algunas pistas nos podrán ayudar a realizar este sencillo ejercicio:

- Podemos apuntar si hemos dormido en una cama confortable. Sin duda es más positivo que pasar la noche en un sillón o en el suelo.
- Apuntemos si tenemos la suerte de poder disfrutar de un café, un té y un buen desayuno.
- Escribamos si tenemos el privilegio de podernos duchar, y si el agua está a la temperatura que deseamos.
- Sigamos apuntando las cosas agradables que nos encontramos a lo largo del día, y nos daremos cuenta de que cuando llega la noche aún podemos seguir apuntando, aun veremos un cielo estrellado o encapotado, pero siempre tendremos encima un firmamento sugerente y atractivo.
Si nos limitamos al ámbito familiar: marido, esposa, hijos, padres, comida en la mesa, calefacción si hace frío, y por encima de todo, cariño, fundamental para vivir. Si seriamente caemos en la cuenta de lo que recibimos, debemos dar gracias a Dios y a los demás y preguntarnos: ¿Cuál ha sido mi aportación a ese bienestar familiar? ¿Qué puedo dar a cambio de lo que recibo?
Si la vida depende del cristal con que se mire, vamos a verla a través de un cristal maravilloso, el cristal que todos llevamos dentro, el cristal donde habremos conseguido que las luces prevalezcan sobre las sombras.
HABLEMOS EN POSITIVO Y EXPRESEMOS NUESTROS SENTIMIENTOS DESDE EL AFECTO
Una sencilla práctica nos ayudará a comprender el auténtico significado de esta regla de oro. Vais a visualizar mentalmente una escena. Recrear esa imagen en vuestra imaginación
Vamos a cerrar los ojos.
Intentemos centrarnos en la experiencia más tierna y afectiva que hayamos sentido. La primera que os venga a la mente.
Ahondemos en como nos sentíamos, como nuestro corazón estaba lleno del amor y del cariño que recibíamos.
A continuación, pausadamente, sin prisas, recordemos y visualicemos los ojos, la expresión y la forma de comunicarse de la persona que teníamos a nuestro lado en esos momentos de felicidad,
¿Cómo nos miraba?
¿Qué nos decía?
¿Qué gestos mostraba?
¿Cómo se dirigía a nosotros?
Paremos la imagen
Profundicemos en nuestros sentimientos, intentemos centrarnos en aquellas emociones maravillosas que sentíamos, y sabremos como podemos y debemos tratar a las personas que queremos.
Finalmente preguntémonos: ¿esta es la forma en que yo me dirijo a mi pareja y a mis seres queridos?
Si la respuesta es positiva, sigamos cultivando esos hábitos saludables en nuestra comunicación.
Si la respuesta es negativa, pongámonos inmediatamente en acción, hasta que nuestros gestos y nuestras palabras logren expresar todo el cariño, el afecto y lo positivo que llevamos dentro
Cuanto poder tenemos, como cambian las emociones cuando hablamos desde el cariño, cuando nos permitimos mostrar esa parte tan tierna que llevamos dentro.
Seamos generosos, el afecto genera afecto y produce bienestar, de la misma forma que el distanciamiento potencia las relaciones frías y hace crecer la semilla de la hostilidad y el aislamiento
Bien ahora muy despacio, nos vamos desperezando y abrimos los ojos
Si nos esforzamos y recordamos las cosas que nos unieron al principio de la relación, será más fácil que volvamos a encontrar que es lo que nos sigue uniendo y contra lo que debemos luchar para que no nos separe. Si tenemos interés terminaremos descubriendo muchos más puntos en común de los que creíamos
Proyectemos y estimulemos actividades en común, aquellas en las que ambos disfrutamos; pero no olvidemos que también tenemos el derecho y el privilegio de poder hacer esas otras actividades en que nuestros gustos no coinciden, siempre y cuando no supongan una falta de respeto a la dignidad de nuestra pareja.

Elaborado por Pilar y Enrique

BIBLIOGRAFIA:
Aquilino Polaino: Aprender a escuchar (Planeta testimonio)
Maite Melendo: Comunicación e integración personal (Sal Terrae)
Nicomedes Naranjo: Aprende a dialogar (Mensajero)
Stephen y Alex Kendrick: El desafio del amor (Libros Libres)

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